Meses de guerra simbólica y de manipulación mediática. Todo el poder de fuego de la acción psicológica agravada por la represión hacia toda movilización social, movimiento resistente, sin discriminación, eso sí, que ni a lxs viejxs jubiladxs han respetado. Coherentes en la violencia estatal y en la usina justificadora de balazos de goma o multas a quienes resistan las bondades del endeudamiento sin freno, el hambre, los despidos, la timba financiera, arrancaron baleando niñxs de una murga tras militarizar el primer objetivo, el ente de aplicación de la Ley de Medios como regalo de Navidad y presagio.
Pero resulta que Santiago, cuyo cuerpo apareció en el río tantas veces rastrillado, custodiado por su hermano Sergio y su cuñada en soledad, - una escena tremenda que no debería suceder a nadie y menos después de lo padecido en Argentina durante el terrorismo de Estado- no desapareció de las consignas ni de la memoria de quienes sabemos lo que se juega para todxs desde diciembre de 2015: nuestra democracia.
Santiago, cuyo cuerpo fue plantado por lxs mismxs que dicen que se ahogó - soslayando la cacería de lxs mapuches de la Pu Lof donde estaba bancando sus luchas, dando con su visibilidad atención a las desapariciones y muertes que la sociedad blanca que somos no había registrado- y que se rieron en la tele del dolor de su familia, que se atrevieron a ensuciar su memoria en lugar de responder desde sus responsabilidades ante nosotrxs, ciudadanxs, Santiago se volvió bandera. Su solidaridad lo es como valor que nos separa de manera irreconciliable con quienes pretenden atemorizarnos, alejarnos, fragmentarnos para mejor dominar. Santiago se traduce en la presencia en la calle, no olvidamos ni perdonamos, como no olvidamos a lxs 30.000 que volvieron en la militancia para que nunca más se vulneren derechos en nuestra tierra querida dolida de tantas muertes que aún no lloramos.
Santiago, como dicen lxs mapuches en lucha, nos permitió ver. Cuando vimos su desaparición y lloramos su reaparición, helada tan elocuente del rastro que dejan esos dueños de la vida y la muerte uniformados, terratenientes, empresarios, ministras, voceros, diputadas, jueces y fiscales a sueldo de los de siempre, vimos también la huella de la violencia naturalizada de los poderes reales que impusieron una idea de nación sobre el genocidio y el exterminio. La lucha de los pueblos originarios que es por el territorio y la cultura, por la lengua, por el río que canta o el viento que habla, nos señalan la persistente colonización en nosotrxs. ¿Cuántxs desaparecidxs y asesinadxs no figuran en esas consignas que levantamos? Como índice de la contraofensiva que avanza en la Patagonia pero también en el noreste de las reservas de agua, relamiéndose por el petróleo, el gas, la riqueza del suelo, masacrando a balazos o a pura hambre y desolación, reconocemos, o comenzamos a reconocer la larga mano del genocidio silenciado y silencioso. Así como tenemos que seguir gritando por Santiago y por Rafael Nahuel... y ¿cuántxs más?
Articular en la calle ampliando lo que significan los derechos humanos, como base de nuestra convivencia - como lo hace la lucha feminista en su diversidad, las no contadas como humanas- refuta con la solidaridad y la memoria viva al imperio del odio y al set difamador que se cree omnipotente para cubrir desde el fraude y la corrupción, hasta el asesinato a manos de quienes deberían proteger a lxs ciudadanxs y cuidar la soberanía. Como pueblo, en una acción plástica y acelerada por los ritmos del saqueo que vivimos, levantamos las banderas de lxs 30.000 y el nombre y los ojos de Santiago, porque no podemos cejar un instante en el reclamo de justicia.
Esa manifestación en paz que antagoniza es mucho para el gobierno que resquebrajándose, no muestra otra respuesta que lo mismo de siempre, en todo caso cebado, sin disimular: el ataque de servicios, zona liberada mediante, al teatro ND Ateneo, en el estreno del documental "Los Caminos de Santiago". Allí, cuando se congregaban desde las Madres de Plaza de Mayo hasta represetantes políticos, artistas y referentes cuya legitimidad radica en la coherencia, un ataque filmado y trasnmitido por el único canal que cubre y al que luego quieren sacar del aire con una amenaza de bomba. Fue un atentado. Los servicios tan previsibles - como los que alentaron los disturbios en las marchas por Santiago el año pasado y en contra de la reforma laboral- son tan burdos que ni pueden escribir de modo creíble un símbolo en la pared, y fácilmente son identificadxs, bajando de un camión de gendarmería que había pasado por la puerta del teatro minutos antes de las pedradas, poco después en la plaza donde ya la multitud del acto se había desconcentrado. Se llevaron detenidxs a unxs chicxs, y otros, como en tiempos siniestros, se refugiaron en el Nacional Buenos Aires, dado el peligro de su salida, su exposición a las indiscriminadas detenciones a las que la policía nos pretende acostumbrar.
Foto Alfonso Sierra Marcha 1/8/2018 |
El poder que tienen pretende desmovilizar, quedate en tu casa, por algo habrá sido, cuidado, no te metas. Y el poder de estar en la calle con Santiago, como bandera. El poder para censurar y manipular desde los medios y el poder de la convicción para hacer verdadero periodismo y seguir transmitiendo, inclusive cuando registran el canal que no fue desalojado por decisión de lxs trabajadorxs y periodistas, tanto como por el valor de lxs invitadxs a los programas. Porque basta de censura, basta de persecución política - esa mañana se había desatado otro capítulo bochornoso en la historia del poder judicial con las detenciones ordenadas por el juez Bonadío y se desplazaba al fiscal que investigaba a Vidal por el escándalo de los aportes a Cambiemos, falsificación de identidades, lavado de dinero, campaña trucha, ni más ni menos- y basta de entorpecer la verdad.
¿Qué hicieron, Macri, Bullrich, con Santiago Maldonado? ¿A quiénes protegen quienes asesinan de uniforme siguiendo sus órdenes? ¿Para qué quieren el ejército en las calles?
Los pasos en soledad de Olga Aredez en esa Jujuy donde tienen secuestrada a Milagro Sala desde que se hicieron con el poder del estado, no se detuvieron; aunque tal vez Blaquier muera impune, como tantos cómplices y asesinos que protege este gobierno represor, muchos pasos siguieron y seguirán. La ronda de las Madres a quienes trataron de locas ayer es un faro en la marcha que no se detiene, porque está haciendo historia. Aunque el camino esté sembrado de dolores por quienes nos fueron arrebatadxs, no están ausentes. Jamás, quienes pusieron el cuerpo, como Santiago,serán ausencias. Son bandera en tanto sigamos resistiendo y proponiendo solidaridad, generosidad, entrega, y lucha por lo que es justo.
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