En 1840 Flora Tristán, peruana residente en París, publicó "La Unión Obrera" en la que además de dar cuenta de la situación de opresión de la clase trabajadora de su tiempo, tomó en cuenta en particular la situación de quienes son aún más victimizadas.
"La mujer es la proletaria del proletario" sentenció.
Aún aquel que más sufre, el explotado, tiene como sierva a su esposa, y por el hecho de ser mujer. Marx la naturalizó, pero esta diferencia, con tanto tiempo transcurrido, sigue siendo un criterio discriminador para la consideración de alguien como ser humano pleno, como individuo a quien los derechos le son inherentes a su persona.
No exageramos diciendo esto en 2018. No se nos va la mano en tiempos de internet y redes donde la división clásica de trabajo material e inmaterial se ha resquebrajado, sino desaparecido.
¿Cuánto trabaja una mujer? ¿cómo se considera su producción de valor? ¿podemos medirla en horas? ¿Cómo se considera su trabajo reproductivo? ¿Y el cuidado?
Las tareas por amor no son trabajo, se inculca y se hace carne o estructura la personalidad. ¿Cómo no ocuparse, después de la jornada sí considerada laboral fuera de casa, de ciertas tareas, como el preparar alimentos, lavar ropas, limpiar la vivienda, dar de comer, lavar los platos, o cuidar a quienes tenemos a cargo por edad o enfermedad? Nada en nuestras capacidades intelectuales, físicas, de temperamento, nos hace más destinatarias de esos roles impuestos que a otra persona, es la cultura que reserva, en base al mito de las diferencias, el trabajo sin pausa que no se paga ni se considera trabajo.
La entrada al mercado laboral - sí reconocido y merecedor de salario- no mejoró las cosas en relación a la diferencia, con remunieraciones injustas haciendo la misma tarea, o las dificultades para acceder a ascensos o puestos de jerarquía. Otra vez las cargas de las tareas no consideradas trabajo impiden cumplir con los requerimientos extras que se plantean a quienes por otro lado siguen siendo como dijo Flora, proletarias de los proletarios. Las consideraciones desde la diferencia para adjudicar ese trabajo no trabajo a las mujeres no se tienen en cuenta para balancear hacia la equidad, sus condiciones en el ámbito laboral. Y todo esto si la trabajadora está reconocida, si tiene asignaciones y una cierta estabilidad.
La precarización, el desempleo, multiplican las cargas sobre la salud. Por esa manera de deshacerse para lxs otrxs inculcada - porque la solidaridad también se explota- muhcas se hacen cargo de organizar no solamente su propia vida familiar, a veces solas sin otro ingreso al ser "jefas de hogar", y en condiciones de desempleo o inestabilidad, contribuyen a paliar dolores y necesidades de sus barrios. Y pelean también en el comedor comunitario, en el cuidado de chicxs de otrxs, con la feria o lo que haga falta. Muchas veces sufriendo violencia, malos tratos, abusos de quienes también están en dramáticas condiciones. Lejos del acceso a la justicia como para hacer denuncias o seguir adelante con tanto a cuestas.Algo como la libertad o el ocio son fantasías, como el desarrrollar tu proyecto o capacidades, inimaginables.
De la clase o procedencia social que sea, como mujeres se nos induce a naturalizar lentamente las injusticias del trato discriminatorio.
Desobedecer lo previsto para nosotras consideradas en la ecuación mujeres = madres proletarias de proletarios tiene costos que tenemos que seguir pensando, diciendo a viva voz ante ojos azorados que resisten la inconveniencia de decir "no" o proponer otras maneras, otro reparto, otras posibilidades vitales.
Demasiados mandatos ancestrales pero insistentes nos ponen en una posición de desventaja no ante el patrón, sino ante los mismos compañeros trabajadores, precarizados o desempleados cuya frustración e injusticia se toman revancha, como lo han visibilizado las sobrevivientes de violencia de género que aprendieron también esa lucha a fuerza de demasiadas lágrimas y muertes.
No hay justicia para trabajadorxs si la injusticia de género persiste.
No hay tampoco reivindicación posible ni destierro de la inequidad de género en medio de una restauración del hambre y la entrega de la riqueza que producimos y nos pertenece.
No habrá conmemoración justa de las luchas del pueblo trabajador si no hay secretarias generales en gremios y referentes en espacios de representación y negociación que alcen las banderas feministas en defensa de los derechos de esas trabajadoras. Porque con demasiada frecuencia ni siquiera se nos percibe como tales o si es el caso, es por menos de la mitad de lo que hacemos o lo que vale el producto de nuestro esfuerzo enmascarado en entrega o amor, eufemismos convenientes para severas y arbitrarias imposiciones.
En tiempos donde la ofensiva más despiadada contra derechos conquistados para lxs trabajadorxs encarcela, reprime, amordaza, amedrenta a quienes luchan, y compran dirigencias en oferta, en el día en que conmemoramos a quienes lucharon y dejaron enseñanzas para seguir luchando por la dignidad y la justicia, las palabras de Flora, como las de Bolten, las de Evita, las de las desaparecidas, y las de miles de anónimas nos convocan con más fuerza todavía.
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