Otra oportunidad vuelve a presentare como fruto de tenaces esfuerzos y largas luchas para que el Congreso pueda saldar una deuda injustificable de nuestra democracia. Cierto es que la causa de la legalización del aborto es usada como cortina de humo por una gestión antiderechos decididamente indiferente al sufrimietno y a la dignidad del pueblo, mucho más entonces de quienes por razones de género ni siquiera alcanzan el status de ser humano. Pasa cuando en las situaciones de peligro o de vulnerabilidad, la diferencia sexual, como si fuera natural, opera como criterio de exclusión. Lo saben bien quienes por una identidad sexual disidente del modelo heterosexual, no acceden a la atención médica elemental. El cuerpo nunca está desprovisto de un significado cultural y en esta sociedad la feminidad hegemónica impone la maternidad, o la potencial maternidad a un proyecto de vida. Proyecto que debería poder rechazarla o ejercerla cuando considere que es oportuna o que obedece a su deseo.
Todavía hablamos de muertes y de vidas que no tienen el mismo valor, por ser consideradas madres esposas o hijas antes que seres humanos en igualdad de condiciones y derechos. Una tenaz vigilancia de género que comienza hasta en la ecografía 4D para asegurarse de marcar el tránsito posible para nosotras. Nos obstaculiza hasta la gramática, la lógica binaria, todo lo opresivo que cristaliza inadvertidamente lo que implica ser una mujer en esta sociedad y que mantiene la ilusión de una naturaleza inmutable que funciona como límite. Tenemos ovarios y útero y sanseacabó, tendrás que ver cómo te arreglás la vida esquivando la trampa del amor romántico y los mandatos férreos que evaporan el carácter de trabajo impuesto y forzoso del cuidado que te espera. Y así la rueda capitalista recicla todo tipo de brutales violencias que quedan disfrazadas y se introyectan, se sufren y se suceden en las vidas diversas de aquellas consideradas madres antes que ninguna otra cosa.
En este contexto dramático en el que cada día un atropello más nos conmociona, nuevas generaciones y militancias, inapropiables, un hartazgo general ante la hipocresía, un registro de la saña de la clandestinidad/negocio - pariente en brutalidad de la violencia obstétrica que expresa la misma opresión de género- de la interrupción del embarazo en condiciones inseguras y el nuevo impulso de la dirigencia que representa en el ámbito institucional, quizás logre concretar una ley bisagra.
Legalizar el aborto no obligará a nadie que no desee interrumpir el embarazo.
Legalizar el aborto significará una vuelta de página que movilizará para el cumplimiento de una norma jurídica el impulso contra esas prácticas de mirar para otro lado y negar derechos adquiridos, como los abortos no punibles vigentes y que se obstaculizan porque los servicios de salud están infestados de agentes del Opus y del privilegio de quienes pueden supuestamente cuidar su conciencia y su carrera mientras condenan mujeres y niñas victimizadas.
La causa no podrá ser usada como cortina de humo para desviar la atención de los graves retrocesos en derechos y las luchas que se multipican pese a que los medios las ignoren y la respuesta sea cada vez más censura y más represión. La causa está asentada en un amplio sentido común que se fue modificando gracias a luchas incansables de diversos colectivos, que hoy no solamente se componen de mujeres.
Si se aprueba al fin el proyecot que vuelve entrar al Congreso en este marzo verde -color insignia- será un triunfo compartido por el pueblo feminista, celebrado como una respuesta ética y justa a una de las formas de victimización más terribles incompatibles con los derechos humanos. Y habrá que redoblar esfuerzos después, como ocurrió con otras leyes históricas que nos podemos enorgullecer de tener en nuestro país, para que la norma jurídica que abre la exclusa se haga realidad concreta salvando las vidas despreciadas en esta democracia que cada día nos toca a cada unx cuidar y cosntruir.
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