En su crónica de la detención arbitraria sufrida en carne propia junto a un grupo de compañeras tras la marcha del 8 de marzo pasado publicada en Página/12, Laura Arnés dice:"Pasamos la noche en dos comisarías. Dos veces nos requisaron. Esto quiere decir que dos veces nos hicieron sacar la ropa: bájese todo hasta la rodilla, agáchese, levántese la remera, a ver qué tiene ahí, (en las tetas). El cuerpo femenino tiembla, lo invaden miedos ancestrales. Y al médico legista que nos revisa sólo le importa la sangre. Quiero ir al baño pero ni siquiera eso puedo hacer sola: me tienen que mirar y de papel ni hablar. Porque el poder se regodea en esas pequeñas humillaciones: busca expropiarnos de nuestros cuerpos, de todo lo que somos -sobre todo, de nuestra humanidad-. Si algo habíamos entendido esa tarde en la marcha es que no valemos más que con y por lx otrx. Pero para ellxs la lógica es otra y con sus acciones no sólo nos destrozaron un día sino que nos marcaron de por vida.

Se le teme a ese nosotrxs. Cabe recordar que en la víspera de la marcha, una persecución de un grupo de hombres, con total impunidad, detuvo irregularmente a organizadoras del paro y marcha mientras caminaban por la calle, durante la noche, logrando luego fabricar una detención en la Comisaría 9na., por un daño a propiedad privada inexistente. Y que, también, en la ciudad de Córdoba, la activista Ayelén Altamirano sufrió en su domicilio el robo del dinero destinado a la organización de la protesta, días antes del 8 de marzo. Complicidad institucional y sexista ante el desborde de un reclamo político cuyas dimensiones y potencia traspasaron fronteras culturales, geográficas, simbólicas también.
Constatación irrefutable de la política otra que se va inventando y ensayando y que coexiste con viejas lógicas : el paro a Macri se lo hicimos las mujeres...
No hay respeto alguno por la democracia, que tanta sangre, tanta lucha, tanto tiempo llevó construir y afirmar en esta Argentina loca que apretó el gatillo a sus pies en octubre de 2015. Pero desnudas las caras de los mismos cómplices de siempre, del terror de los 70 o de la rifa de los 90, asoma la sed represiva como única respuesta. Intentan dar otra vuelta a lo que suponen haberse garantizado - ahí el error- con una elección por lo demás, ajustada. Creen haber ganado en una batalla cultural al nosotrxs del cual habla -en relación a la represión a ese grupo humano que a veces se identifica como "mujeres" - Laura Arlés, con ese truco del no te metás, la falacia individualista amiga del algo habrán hecho. Y no funciona. No fue ganada nunca, aún cuando se haya perdido una elección. Lo prueba la adhesión a las movilizaciones que estamos viviendo, con la relectura de las condiciones para circular que ahora tenemos, del desafío que supone hoy ocupar la calle que es nuestra, en tiempos acerca de los cuales, con su sabiduría, Hebe ha dicho que hay que hablar nuevamente, sobre todo con quienes son más jóvenes.
Retroceso de contexto, pero no de nuestros pasos. Agachadas de la pantalla no garantizan la anestesia. El dolor que se produce interpela a asumir las responsabilidades, y entonces el nosotrxs pone las consignas, los cantos, el ingenio, las estrategias comunicacionales.
El nosotrxs se hace cargo de preservar la democracia, el derecho legítimo a protestar, como recordaba en un estudio de televisión un funcionario judicial digno, el Juez Arias, a quien persiguen también, ante un escuálido diputado opoficialista.
Leyendo la misoginia en el ataque neoliberal conservador y represivo, articulando lentamente la defensa de la escuela pública y el derecho a parar y a manifestar, inventando nuevas solidaridades a la altura de las nuevas embestidas, sin dejarnos totalizar por conducciones - porque son necesarias-, con algo de sana espontaneidad para revisar metodologías también, ese nosotrxs no se queda con el miedo recibido y retornado. Sale y se reagrupa, encuentra las conexiones perdidas, susurra y vocifera, marcha y canta. Para una Marcha Federal, para decir el 24 que todxs somos 30.000 y que Nunca Más.
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