miércoles, 1 de marzo de 2017
Porqué parar el 8M en Argentina
En medio del ataque que estamos sufriendo como pueblo por parte de políticas que arrasan con derechos adquiridos, libertades y garantías constitucionales, con la destrucción de programas de asistencia a las mujeres victimizadas por violencia de género, con el agravamiento de la situación de jubiladas, mujeres trabajadoras desempleadas o precarizadas, el desmantelamiento de la educación pública y de la investigación científica en todos los niveles, el reclamo BASTA DE PRESXS POLÍTICXS no puede estar ausente de las reivindicaciones del 8 M.
El paro es internacional y ha sido Argentina el país impulsor de la movilización impresionante del 3 de junio de 2016 y del paro de octubre de ese mismo año; precisamente, Argentina, el país que ha sido líder en el mundo en materia de respeto a los derechos humanos, juzgamiento de delitos de lesa humanidad y legislaciones de avanzada que reconocieron a personas excluidas del régimen heterosexual considerado "normal". Precisamente el país de la creación política más asombrosa tal vez del siglo xx, la maternidad reconvertida de Madres de Plaza de Mayo - que no se quedaron con la acusación de no haber sabido como madres, cuidar a sus hijxs y por eso salieron como madres a buscar no solo al propix sino a todxs-, y la tenaz búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo. Un país en el cual ha habido feminismo con muchos matices y formas, desde Juana Manso y su periódico en 1854, las anarquistas de fines de siglo XIX, las sufragistas de principios de siglo, las socialistas, Victoria Ocampo, pero también, Eva Perón. Las militantes de los 70 que traspasaron límites de lo privado y lo público y participaron de luchas por la liberación, madres otras, compañeras otras, aún pendientes de ser reivindicadas en su desobediencia a los mandatos de género. Las que al retorno de la democracia comenzaron con los Encuentros de Mujeres, las legisladoras de distintos partidos que lucharon por la patria potestad compartida y el divorcio, las piqueteras, las de las ongs, las de los gremios, muchas, incontables, de todos los signos.
Cristina Fernández de Kirchner, primera mujer electa y reelecta quien sin proclamarse feminista, impulsó transformaciones impensadas para la igualdad entendiéndola en el marco de la redistribución de la riqueza y el desarrollo del país, ha sido y sigue siendo atacada con una saña misógina innegable por los medios y la clase política y por todos los géneros. Se busca la proscripción mediante una insostenible prosecución de causas judiciales en su contra. Sin importar el porcentaje de kirchnerismo debería ser contundente el apoyo ante tan peligrosa persecución.
Que Milagro Sala continúe presa de forma irregular y que el estado de derecho se encuentre suspendido en la provincia de Jujuy no es algo que pueda desmerecerse en su gravedad ni obviarse en ninguna declaración de ningún encuentro, movilización o paro de mujeres.
La situación de Milagro Sala y sus compañerxs es una vergüenza tanto como una advertencia para todas. Presa por no bajar la cabeza, por identificarse como negra, colla, mujer, dirigente, la más indeseable, la más inconveniente en su tarea colectiva que ha desafiado tanto a un bipartidismo caduco y corrupto como a una lógica de liderazgo y organización de los sectores progresistas. Las mujeres en la Tupac construyendo casas y destino, entre todas, sin correr a tener la comida caliente en la casa para el marido. Eso promovió Milagro, presa hace más de 400 días, a quien ni las tarjetas de cumpleaños le dejan recibir, en medio de un maltrato institucional permanente y cada vez más virulento.
La gravedad de la situación de Milagro está directamente conectada con la de miles de mujeres que ante la retirada de las políticas que recién se desarrollaban, porque deben contener y brindar posibilidades a quienes sufren violencias de todo tipo, económicas, culturales, sociales, además del golpe de un compañero-, están más desprotegidas y amenazadas. Es tan grave como la situación en la que están viviendo niñas privadas de su derecho a educarse y jugar, vulnerables más que nunca a la explotación o a la trata. Es tan candente como la indiferencia ante la persecución de muchas luchadoras que pierden su empleo por sus ideas, como el gesto autocensor del miedo a perder la fuente de sustento, que va privando cada día de libertad.
Con Milagro presa y a quien además, se busca desesperar y desmoralizar, destruir psicológicamente, no podemos hacernos las que no vemos, no sabemos, como en tiempos de la dictadura o de la revolución fusiladora. Aprendamos a cada paso para que esa sororidad, una meta más que un dato, se vaya alcanzado al poder ser capaces de articular desde las diferencias, en torno a principios básicos de convivencia que están siendo minados desde muchísimos frentes. No podemos decir Ni Una Menos sin exigir y reclamar YA libertad a MILAGRO.
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