La alegría es indispensable, y nada más lindo que la alegría popular.
La felicidad de sentir cuánto podemos trabajando en equipo - el país, ¿porqué no?- y disfrutando, en las calles, en los barrios, esa mezcla hermosa de colores, banderas, y personas.
Estos días maravillosos de festejo no nos atontarán. Estamos pertrechadxs con medios masivos y tecnología que instantáneamente nos permiten enterarnos del horror de los bombardeos ante la terrible vulnerabilidad de un pueblo, el palestino. ¿Prestamos atención?
Emir Sader escribe sobre la soledad de Palestina en el concierto mundial de organismos internacionales y la inundación informativa, y las cortinas de humo que pueden representar los campeonatos adromeciendo o desviando la atención. El mismo gigantesco escenario mediático del mundial de fútbol puede servir de instrumento para declaraciones contundentes de repudio a la guerra consentida, enésima afrenta a la humanidad, en la humanidad de quienes no valen como el resto, cuyas vidas no merecen ser lloradas como sostiene Butler desde EEUU a EEUU en las páginas de "Marcos de guerra. Vidas lloradas." Los marcos para aprehender lo que es una vida y con ella, la precariedad de esa vida, no son determinantes, aparentan ser fijos por repetición. La circulación global de imágenes no asegura a la intencionalidad de quienes emiten, el efecto deseado. Los marcos que deciden el reconcimiento de lo que será considerada una vida y las que no deben circular a fin de establecer su hegemonía, sostiene Butler, y esa circulación ha sacado a relucir justamente lo que tiene de reiterable la estructura de marco. Esos marcos que se rompen y desplazan tienen que ver con la capacidad de sentir empatía, indignación, injusticia que puede llevar a una práctica ético política. ¿Cómo hacemos para que las cifras de las muertes en ataques preventivos, o represalias, o lo que fuera que se pretexte, no se conviertan en rutina, es decir, se desenmarquen de manera subversiva para generar un efecto contra la guerra, la aceptación de la violencia naturalizada?
Pensando en lo que me genera el festejo y la ilusión y la bronca y el dolor de Palestina al mismo tiempo, como ha sido siempre, todo mezclado, no se detiene la realidad para otorgar respiro o perspectiva, se me ocurre que ojalá estuviera en esas tribunas para colgar otra bandera televisada a todo el mundo, con esa leyenda que cita Sader y que pertenece a Edward Said: "Lo más difícil es ser víctima de las víctimas" y los colores de Palestina.
Es cierto que en esa corriente festiva nos deslizamos con permisividad, y cantamos a la torcida brasileña..."¿qué se siente?". Y es frustrante o lamentable que la rivalidad de pueblos hermanos no ceda ante el logro de equipos latinoamericanos frente a la Europa rica y soberbia. Pero que los medios de Brasil hayan escrito que la derrota inesperada es un "vejamen" es, como se dice acá, irse a la banquina, es derrapar, definitivamente.Yo creo que la alegría no estupidiza, nos fortalece. Por ejemplo, para ser más agudxs y diseñar la estrategia contra quienes nos quieren tristes, sumisxs, derrotadxs no por perder sino por no luchar. El poeta brasileño Sérgio Vaz corrige el titular del diario : "el mayor vejamen de la historia de Brasil fue la esclavitud"
Y las vidas no lloradas y las desapariciones opacadas en cortinas de humo monumentales. Quiero pensar que no olvidamos la lección tras tanto sufrimiento de un pueblo, me digo, y ojalá sea así, vejaciones inenarrables ocurrían en la Esma y en otros centros clandestinos de detención mientras se festejaba un Campeonato Mundial que ganó la selección argentina en Argentina. Cortina de humo y deporte, y oportunidad de resistencia tambien, como lo demostraron las Madres.
Vejámenes relatan y denuncian las mujeres sobrevivientes de las dictaduras militares en el Cono Sur, y pocxs escuchan todavía.
Llorar de emoción y también llorar sientiendo cualquier injusticia como propia, decía el Che, que vemos en este mismo momento circulando con el rostro de Javier Mascherano, el alma del equipo argentino. ¿Habremos aprendido?
Podemos y debemos, porque es bueno, festejar lo que nos brinda el resultado de un Mundial de fútbol, y podemos y debemos llorar y expresar la solidaridad y la indignación la ofensa de la guerra, y me corrijo al referirme a lo que sucede en Palestina. No es una guerra. No hay dos ejércitos enfrentados. No hay códigos tampoco. Solamente la injusticia de la fuerza ciega, la hipocresía diplomática de los socios poderosos y la sufriente vulnerabilidad de quienes son invisibles.
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