Decimos nunca más al terrorismo de estado.
Y decimos nunca más a estas cosas: al asesinato de David. Un chico de 18 años que habría arrebatado una cartera. Agonizó unos días tras la golpiza que le dieron vecinos "justicieros".
Para rematarla, tras conocerse la noticia, se "festejó" en las redes sociales.
El discurso de la inseguridad, el del miedo, el de la desconfianza con respecto al otro, lleva a la guerra sorda de todxs contra todxs. Lleva a que veamos solamente los efectos y no nos hagamos cargo como sociedad de las causas de la marginalidad, incubadora de hechos delictivos, pero no causal directa. Porque hay delincuentes, muchos, que no son marginales. Ni excluidos de los bienes, de la educación, de referencias éticas.
Tampoco todas las personas que viven fuera del sistema, que subsisten en condiciones muy duras, salen a afanar.
Pero el estereotipo no distingue diferencias. Justamente, está para eso, para asimilar todo matiz y fabricar al candidato o la candidata al encierro, o a la muerte violenta.
Se condena, se ejecuta y se juzga desde la imagen que ya se ha construido, con la que se machaca hasta el cansancio.
Si la policía es ineficiente o corrupta, debemos reclamar para que cumpla con su tarea en el marco de la legalidad. Ya se prepara la mirada condenatoria, antes de las pruebas, hacia determinadas personas excluídas. No se mira de la misma manera a lxs que endeudaron el país para beneficiar a sus empresas o a los cómplices civiles y clericales de la dictadura. No se mira ni se sale a linchar al que lava guita pero tiene fama y es tapa de revistas.
Se habla todo el día de la inseguridad y del narcotráfico y se inunda la pantalla de morbo, para no difundir otras medidas sociales que con mayor o menor suerte en los distintos distritos, apunta a la inclusión. Con las campañas mediáticas de la inseguridad, del narcotráfico, con las denuncias nunca probadas en la justicia sobre "la corrupción", se prepara el terreno de la intervención militar extranjera, solapada, claro está, gracias a los políticos neoliberales que nos quieren regresar al infierno anterior al 2001.
¿QUiénes metieron el paco en las villas? ¿Cuál es el grado de complicidad de determinados sectores que nunca son expuestos, con las ganancias de esa mierda que mata a los pibes. que los mantiene inofensivos para el poder, presa fácil del gatillo fácil o el linchamiento de "los vecinos", que entre todos, reparten culpa y no se hacen cargo del crimen, tal cual funcionaban los represores en los campos de concentración?
Todxs contra todxs, Para ser mejor dominadxs.
No hubo cobertura acorde a la importancia de la fecha en la que conmemoramos 38 años del golpe, y que dejó un saldo de al menos 30.000 personas desaparecidas. Miles de muertxs, chicxs apropiadxs, y delitos económicos también. A diez años de la recuperación de un emblemático campo de concentración como la ex ESMA para ser un sitio de memoria, una vez más las Madres, Abuelas, Familiares e Hijos, junto con quienes construimos la memoria reciente, reiteramos esa afirmación de siempre, justicia, y jamás venganza, aún con los más terribles genocidas.
A quienes festejan, quisiera verlos recorriendo algún penal, o pasar algunos meses, sin sentencia firme, por pobre, aunque seas chorro. O pasar una temporada en un instituto de menores.
Recordemos los ejemplos de quienes nos han enseñado con su perseverancia y su lucha sin violencia, una lucha firme y con amor, y todo lo que nos han legado.
Y miremos también a quienes delinquen sin ser "pibes chorrxs", "negrxs", "cabezas". Miremos con otros ojos y para otros lados.
Pensemos en la timba financiera y en quienes lucran exacerbando la violencia y la desconfianza. Que te enrejan la mente y los sentimientos y te llenan de cámaras de seguridad donde somos observados pero sin saber quiénes observan.
David tenía 18 años y le partieron la cabeza.¿Cómo lo habrán mirado antes del momento final? ¿Lo habrán visto? ¿Cómo lo habrán visto?
¿Qué clase de personas somos como para festejar el asesinato de un chico de 18 años en un barrio rosarino, de un "pibe chorro"? Una sociedad donde hay gente así, o gente indiferente, o gente que no se involucra y que lo mira por TV, que se indigna pero no se pregunta los porqués, está en condiciones de repetir tragedias colectivas como las que vivimos hace 38 años.
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