Mañana volvemos a votar en elecciones primarias, una innovación en esta sucesión de comicios desde 1983.
Chicxs jóvenes, como mi hija, serán autoridades de mesa o votarán por primera vez. O serán fiscales de alguna fuerza política.
Nos acostumbramos a las campañas, aún con todas las tretas marketineras. Nos acostumbramos a volantear o a esquivar en las esquinas, las mesitas donde gente coloreada, sombrillas, sonrisas y banderas compiten por adhesiones.
Muchísimo costó esta costumbre. Venimos remontando el terror, la apatía, la desesperanza.
No es solamente ese domingo de elecciones el momento en el que participamos en la vida colectiva. Sin dudas, también lo hacemos en marchas, en manifestaciones, en estas intervenciones callejeras o en los soportes en los que nos abrimos al debate, en el que intercambiamos opiniones, en el que nos reímos, nos conmovemos o nos indignamos.
Cuando tenía la edad que mi hija tiene ahora, una democracia demasiado cercada por el pasado totalitario, por la desconfianza en el pueblo en la calle, por la subsistencia de la impunidad del poder que aplastaba vidas e instituciones, era todavía una tarea incompleta.
Apenas se podían constituir centros de estudiantes.
Todavía la política estaba vedada en el colegio y la discusión en las aulas... principio de autoridad deudor de uniformes y apelaciones tramposas a una patria que no tenía nuestra cara, nuestra carnadura.
Todavía nos quedaba el temor hacia los uniformes. Hoy quienes diseñaron el terror y lo ejecutaron, son juzgados y repudiados por la gran mayoría de lxs argentinxs. A tantos años y con todas las pruebas que fuimos enfrentando muchxs aprendimos a celebrar cada elección, a festejar incluso cuando pierde nuestra opción, porque lo más importante es protagonizar y elegir.
Estamos recuperando la memoria de las luchas que quisieron borrar, luchas que surgieron entre otras cosas, por la falta de democracia y de libertad, por la falta de aire y de espacio para construir un destino.Estamos juzgando, aplicando el principio de justicia universal que otros países aplicaron para nuestros dinosaurios cuando no había justicia aquí, crímenes de lesa humanidad. Los del franquismo en España. También los de Paraguay. Un cóndor hundió sus garras en nuestra tierra suramericana. Otra suramérica se construye despacio pero firmemente para derrotar aquella pesadilla.
Llevamos treinta años de democracia y la vamos haciendo y la vamos cuidando, a pesar de todo, día a día.
Las mujeres hablamos, participamos, lideramos, construimos. De tanto en tanto la rémora patriarcal nos manda a lavar platos o nos remite a alguna figura masculina para que nos legitime en nuestro hacer. Atrasan. Definitivamente.
De las mujeres que enfrentaron el silencio a las que se sientan en las bancas, militan en las esquinas, resisten con coraje los ataques bajos y trabajan, pelean por su autonomía, denuncian las violencias, recuperan lxs nietxs robadxs.... seguimos caminando y abriendo puertas, ensayando mundos nuevos.
Mañana es un día de esos que nos justifican.
Y es una costumbre extraordinaria.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy bueno Daniela, nota corta y profunda, mucho sentimiento y objetividad, partís de tu ejemplo y llevas a lo colectivo, interpretas lo que otros -en mi caso- también pensamos. Hoy tendran esa experiencia de elegir votando, también mis hijos, varón de 16 e hijas de 19, 21 y 34 que votan y la de mis otros dos varones que tendrían 17 y 30 que los mataron como a tantos compañeros en otros contextos que juntos a los treinta mil nos dejaron esta democracia para profundizar y cuidar. Como decís, una costumbre extraordinaria.
ResponderEliminar