Arturo Jauretche nació un día como hoy, 13 de noviembre de 1901.En su libro “Los Profetas del Odio” escrito en 1957, hace una lectura crítica de algunas obras de los autodenominados intelectuales argentinos -el “Qué es esto?” de Ezequiel Martinez Estrada,“Perón y la crisis argentina” de Julio Irazusta entre otros -, mostrando la mentalidad impermeable a la realidad social, a ese "aluvión zoológico" peronista sobre la que profetizan, auguran o patalean, incapaces de comprender o siquiera “ponerse en actitud de comprensión”.
No en vano comienza con la célebre cita del Mahatma Gandhi "Temed la dureza de corazón de los hombres cultos"...
Mientras invita, en el prólogo, a leer las obras que él comenta, - sin autoproclamarse jamás erudito-, el fundador de FORJA declara que su propósito es poner en evidencia los instrumentos utilizados por esa “intelligentzia” característica de países semicoloniales, esa que, a diferencia de lo que surge con la espontanea incorporación de valores universales a la cultura nacional, aplica esquemas consagrados por los centros de poder dominantes a la realidad local y si ésta no se ajusta, el problema es el de la realidad.
Colonización pedagógica para oscurecer la inteligencia argentina. Esa inteligencia que él mismo, don Arturo, en un lenguaje llano de todos los días, hilvanando recuerdos, episodios o anécdotas, emplea. Pensando en quien lee, invitando a ejercer la lectura crítica que pueda sortear las trampas de esos intelectuales…
“Así como las ciencias de la economía y las finanzas son totalmente accesibles al hombre común, y la apariencia de misterio de que se las rodea es un arte de prestidigitación, cuyo prestigio desaparece cuando se revela al público su secreto, toda erudición exhibida es un malicioso esoterismo, destinado a rodear de misterio verdades que están al alcance de cualquiera, con sólo el auxilio de un buen razonamiento.”
La confusión de civilización con cultura desconoció la particularidad americana sobre la que los valores modernos se implantaron a la fuerza. El desarrollo técnico necesario, imparable, llevó de la mano la destrucción de las formas culturales y los exponentes humanos autóctonos, de los indígenas a los gauchos “salvajes”, caracterizados ya por Sarmiento en su Facundo. En vez de considerar las culturas precolombinas o prexistentes a la modernización -entendida como europeización llevada a cabo desde Mitre en adelante, a sangre y fuego en la segunda mitad del siglo XIX – como culturas lo fueron como anticultura, y por eso quedaron suprimidas y privadas de toda forma de expresión. De ahí que para las elites intelectuales, la cultura fuese la importada y modelada al ritmo de la incorporación del país al mercado internacional. La función de la esta “intelligentzia”, la de ser un instrumento colonial tan eficaz como una fuerza de ocupación.
Jauretche por eso señala paralelos entre las libertades teóricas de la economía y las libertades teóricas de los medios de difusión, - verdareros arietes de esta batalla silenciosa- medios donde no hay rastros de la cultura autóctona que pudieran sugerir un punto de vista popular.
La vigencia de las obras de Jauretche es impactante. En estos días en los que una difusa identidad discursiva moldeada reclama en las calles, creo oportuno recordar algo de lo que escribía en 1957:
“La prensa nos dice todos los días que su libertad es imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana, y nos propone sus beneficios por oposición a los sistemas que la restringen por medio del estatismo. Pero nos oculta la naturaleza de esa libertad, tan restrictiva como la del estado, aunque más hipócrita, porque el libre acceso a las fuentes de información no implica la libre discusión ni la honesta difusión, ya que ese libre acceso se condiciona a los intereses de los grupos dominantes que dan la versión y la difunden. La diferencia entre la información “libre” y la estatal es la que va de la estafa, que obtiene su participación voluntaria engañándolo sobre la naturaleza de la operación, al robo con su imposición violenta”(Los Profetas del Odio y la Yapa La Colonización Pedagógica, Ed, Peña Lillo, 1957, 4 ed.,p. 223)
“La opinión pública está atenta al menor signo de presión oficial en los medios de información; hay en esto una preocupación enfermiza estimulada por la gran prensa que cuida que esa misma opinión ignore la permanente, regular y sistemática presión de los intereses económicos sobre ella. Generalmente el conflicto entre las dos censuras se produce en cuanto el Estado intenta orientarse hacia los intereses nacionales, y se encuentra con la orquestada oposición periodística: el conflicto es en realidad entre la pretensión del Estado de dirigir y los intereses que ejercen la dirección, tras la pantalla de la libertad que es su monopolio. Así el choque entre una y otra orientación, en lugar de ser presentado como el choque entre los intereses del Estado, o de la sociedad – o si se quiere del grupo gobernante- y los intereses particulares que suministran información y doctrina a través de la prensa, es presentado como la alternativa entre la dictadura y la libertad, en lugar de serlo como el conflicto entre dos fuerzas, una que domina el periodismo y otra que pretende acomodarlo a sus propias orientaciones.”(pp.236)
“..lógicamente, todos aspiramos a trabajar por el triunfo de nuestras ideas. Pero lo pecaminoso y perjudicial, y lo que nos diferencia unos de otros es la pretensión de supuesta independencia y objetividad. Así, lo que no se sabe por la prensa es mucho menos que lo que no se sabe por su silencio.”(pp.227)
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Jauretche vive...
ResponderEliminarSin dudas. Hay que admirar su estilo, su compromiso, y su vigencia. Abrazo Daniel
ResponderEliminarEspectacular la frase final. Suficientemente demostrada en años de dictadura. Nada se enteró el pueblo Argentino sobre las atrocidades del terrorismo de Estado a través de la prensa. Su silencio fue cómplice, por lo tanto descalifica toda pretensión de independencia y objetividad que se pretenda arrogar hoy.
ResponderEliminarHéctor, es impactante cómo podrían aplicarse hoy estas palabras escritas hace tanto tiempo.Por eso volver a leer al maestro Jauretche es un ejercicio fundamental hoy: porque los mismos discursos de esa intelligentzia, con todo lo que martillan mientras en el mismo acto, esconden lo inconfesable, siguen operando con el mismo estilo, y una memoria blanda o esquiva, o selectiva hace el juego. No estamos tan lejos ni del horror de la dictadura ni mucho menos de lo vivido en 2001 y sin embargo, muchxs se prenden a estas cantinelas de consignas fáciles implantadas.
ResponderEliminarUn privilegio que haya comentado, compañero.
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