Ana María Acevedo no tenía dinero. Era empleada doméstica. Tenía solamente 20 años y tres hijos. Estaba embarazada. En mayo de 2006 comenzó con molestias en la boca, pero en el Samco de su ciudad le demoraron la interconsulta a Santa Fe. Su familia debió recurrir al senador del departamento para conseguir que la atendieran en el hospital Cullen, en noviembre, donde lxs médicxs descubrieron un cáncer de mandíbula.
Los informes dicen: "Ana María Acevedo ingresó el 23 de octubre de 2006 al hospital Cullen atento a que desde hacía más de cinco meses sentía molestias e hinchazones en la región del maxilar superior derecha, zona de la cual se le había extraído una muela en mayo del mismo año en el hospital de Vera. Se le ordenó su internación y el médico cirujano de cabeza y cuello, Dr. Alejandro Marozzi, le practicó una cirugía abierta con resección de la formación que presentaba en dicha zona facial, la que se analizó y por la que se le diagnosticó la enfermedad llamada rabdomiosarcoma alveolar. Dicho diagnóstico fue posible gracias a la cirugía practicada por ese médico, la realización de una tomografía axial computada y el examen anátomo patológico".
Ana María y su madre pidieron la realización del aborto para poder ser tratada, sin que el médico les hubiera informado que la realización de un aborto se presentaba como la alternativa que abriría las puertas al tratamiento. Les fue negado. Funcionarios públicos,lxs médicxs del servicio de Oncología del Hospital Iturraspe, decidieron dejarla morir.
Los cirujanos del Hospital Cullen habían recomendado los tratamientos que habitualmente se practican: quimioterapia o rayos; pero el Dr. Blajman se abstuvo de tratar el cáncer debido a la existencia del embarazo, que sólo llevaba un mes de gestación cuando Ana llegó procedente de Vera.
Blajman decidió que esta paciente iba a morir al no aplicarle quimioterapia. Lo hizo a sabiendas de que en la etapa en la que se encontraba la enfermedad de Ana era perfectamente tratable y le hubiera permitido quizás salvar su vida. Dejaron que el cáncer de ella se extendiera profundamente.
Sólo le recetaron analgésicos. Hasta la dejaron irse del hospital, como si nada pasara, el 24 de diciembre:sin tratamiento alguno,la enfermedad se extendió hasta causarle la muerte.
Entre febrero y hasta el 17 de mayo de 2007,cuando falleció, padeció el abandono de su estado y el ensañamiento institucional más espantoso.Una agonía indigna y cruel.El 29 de abril quienes se habían negado a practicar el aborto no punible le provocaron el parto, cuando estaba de 22 semanas y con estado premortem. La beba no sobrevivió.
Ana Acevedo estuvo condenada a sufrir lo indecible. El tipo de cáncer que la aquejaba es particularmente doloroso. Hasta la administración de morfina, el calmante número uno, le negaron. Sólo días antes de morir, mas precisamente el 17 de abril, le aplicaron las dosis de morfina necesarias para calmar los dolores de dos ampollas cada seis horas.
Contó el abogado de la familia: "cuando fui a visitarla por haber tomado el caso en las últimas semanas, su cara estaba totalmente desfigurada y particularmente me conmocionó: Ana casi no podía abrir los ojos por lo hinchada que estaba, y el dolor que tenía era insoportable. Fue una bestialidad lo que hicieron. Lo curioso de todo esto es que algunos sectores no dicen nada de este terrible sufrimiento».
El Dr. Germán Ulrich Lehmann solicitó la investigación de la posible comisión de delitos por parte de lxs médicxs y autoridades del hospital Iturraspe de los que resultaran víctimas Ana María Acevedo y María Guadalupe de los Milagros Acevedo.Lehmann insistió en que: «Aún siendo las chances de vida mínimas, inclusive en ese caso, la persona tiene derecho a decidir si quiere tratarse la enfermedad. Ana hasta el último día tenía esperanzas de salvarse, porque los médicos le decían que se iba a salvar y le daban esperanzas, pero por otro lado no estaban haciendo nada para que ello ocurriera".Se abrió entonces una causa por los delitos de homicidio culposo, aborto agravado, abandono de persona, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público, teniendo en cuenta los artículos 84, 86 - 1° Parte, 106 y 248 del Código Penal, a Drs. Andrés Ellena,director del Hospital -que fuera después separado de su cargo por el Gobernador Obeid-,y de César Blajman, David Yossen, Jorge M. Venanzi, las miembros del Comité de Bioética, Elsa Albarrasin, María I. Artigues, Silvia Brussino "y/o quienes demás pudieren resultar responsables".
En julio de 2008 se les dictó el procesamiento por “lesiones culposas e incumplimiento de los deberes de funcionario público en concurso real” a Ellena, Blajman y Musacchio, por “incumplimiento de los deberes de funcionario público” a la directora del Samco de Vera, Dra. Sandra Barbieri, a José Manuel García, y a Jorge Venanzi, del servicio de Radioterapia del Iturraspe. Otros cuatro profesionales de Santa Fe y Vera recibieron la “falta de mérito”.
El juez Correccional de la Quinta Nominación, Eduardo Pocoví fue premiado por su fallo que procesó a esta personas, por el Observatorio de Género y Justicia de la Agencia Internacional Women’s Link World Wide, que otorga los Premios Género y Justicia al Descubierto 2010, con votación de público de distintos países.
La familia y la Multisectorial de Mujeres de Santa Fe recordaron ayer en un acto a Ana María en la intersección de Boulevard Pellegrini y Avenida Presidente Perón, lugar donde se pintó el mural que recuerda a Acevedo. Frente al Hospital Iturraspe.
El Arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo,dijo hace cinco años: «a los médicos del Iturraspe se les debe un reconocimiento, actuaron con responsabilidad tratando de salvar esa vida gestada, y también a la madre para que se llegara a un feliz término, aunque la vida de ella ya estaba condenada de un modo irreversible».
No hacer un aborto no punible es un delito.
Decidieron la muerte de Ana María con una crueldad ignominiosa.
El Estado debe garantizar el acceso a la salud de todxs lxs ciudadanxs y las creencias religiosas no pueden ser impuestas.
Los debates filosóficos sobre la vida en abstracto se pueden realizar en los púlpitos, mientras obispos cobran un 80% de lo que cobra un Juez de Primera Instancia (ver leyes 21.950 y 21.540).
Ana María, como tantas otras mujeres pobres, no tuvieron posibilidad siquiera de elegir si quería morir. Quienes decidieron su muerte tampoco le dejaron la chance del cómo morirse.
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Es un caso que muestra a las claras la hipocresía de los pro-vida. La vida de la mujer no vale más que para servir de incubadora ambulante para ellos.
ResponderEliminarPero que un médico incumpla de esa manera el juramento que hizo me parece monstruoso. Los responsables no deberían poder pisar otro hospital en su vida más que como pacientes.
Iris, cuántas Ana Marías habrá de las que no sabemos, sufriendo esta violencia tolerada, y cuántxs médicxs, jueces, miembros de Comités de bioética, funcionarixs, despreciando sus vidas!
ResponderEliminarLo importante, creo, es insistir en la demanda por el derecho a nuestra salud, a no ser objetos de tratamiento indigno, y con paciencia dar el debate. Se puede, si hay conciencia y sensibilidad, cambiar algunas posturas que temen abordar la complejidad de las vidas concretas. Un abrazo
A muchos les podría sorprender cuando un testigo de Jehová muere porque no acepta la transfusión de sangre, pero tal vez no les sorprenda un caso como éste. La hipocresía religiosa, debiera ser despojada de la esfera pública, y que cada persona pueda decidir por su cuerpo. Pareciera algo obvio pero sin dudas no lo es. Por lo demás, muy buen ejercicio narrativo, sobre una problemática que merece estar en la agenda ciudadana. Saludos
ResponderEliminarOsvaldo, gracias por hacer ese paralelismo. La verdad es que la hipocresía mata, permite toda clase de injusticias. Y esperemos que todxs sigamos hablando de estas mujeres, que no son meramente casos, son vidas devaluadas, vidas no consideradas en su dignidad... Arancedo lo dice, no? "la vida de ella estaba condenada de modo irreversible".
ResponderEliminarSaludos
Estos hechos, o estas mujeres no debemos verlos como hechos aislados sino como parte de una sociedad que se sostiene y reproduce fragmentando. En este sentido es válido aplicar el concepto de Foucault cuando en su descripción del Poder plantea que éste construye objetos, como lo son la locura o los estigmatizados por la prisión. Son operaciones que permite el disciplinamiento y la sujeción de las masas no directamente implicadas. Por eso es muy importante trabajar temas como los que veo que venís desarrollando. Abrazo
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