Todavía no tenemos, en la ciudad de Buenos Aires, una calle que lleve el nombre del Comandante Ernesto Che Guevara, quien fue asesinado un día como hoy en Bolivia hace 44 años. Su retrato es uno de los más queridos en la Galería de Patriotas Latinoamericanos de nuestra Casa Rosada, ocupando un lugar debido, demorado y anhelado como esa revolución que pareció un sueño imposible.
En la 19na. Asamblea General de la ONU, el 11 de diciembre de 1964, el Che tomó como arma su discurso en defensa de Cuba y de los pueblos que habían sufrido los efectos nocivos del colonialismo, el neocolonialismo u otras formas de explotación. El Che dijo que ya había sonado la hora postrera del colonialismo y que millones de habitantes de África, Asia y América Latina se levantaban al encuentra de una nueva vida e imponen su irrestricto derecho a la autodeterminación y el desarrollo independiente de sus naciones.
Hace cuarenta y seis años, cuando el mundo estaba dividido en dos bloques hegemónicos, con la amenaza de la autodestrucción que servía como justificación de alineamientos estratégicos, el Che reclamó que el derecho a la coexistencia pacífica fuera también una realidad entre los países del Tercer Mundo que habían sufrido durante años agresiones y una cruel explotación.
“La coexistencia pacífica debe ejercitarse entre todos los Estados, independientemente de su tamaño, de las anteriores relaciones históricas que los ligara y de los problemas que se suscitaron entre algunos de ellos, en un momento dado.”
Hace veinte años que en la Asamblea General de Naciones Unidas el reclamo mundial por el cese del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba cobra más y más fuerza. Solamente Israel y unos países de Micronesia –pequeñas islas de las cuales una lleva el nombre del predicador evangelista Luis Palau!!!!- acompañan a EEUU en una de las medidas más arbitrarias que se recuerden en las relaciones internacionales.
Hace menos de un mes, la Presidenta de la Argentina señaló precisamente que la existencia del Consejo de Seguridad que otorga a los países más poderosos el derecho a veto y los habilita a ignorar las Resoluciones que la misma Asamblea de Naciones Unidas emite, constituye una injusticia. Una injusticia para la cual ya no se puede argumentar el contexto bipolar o el temor al holocausto nuclear. Dijo Cristina Fernández de Kirchner que “el lugar permanente (en el Consejo de Seguridad) y el derecho a veto no son para defender la seguridad o la estabilidad universal sino muchas veces para posicionamientos de los miembros que lo integran y que hacen ejercer su derecho”.
Además de reclamar la inclusión de Palestina en el concierto de Naciones Unidas, y de insistir en el cumplimiento de las 10 resoluciones que el mismo cuerpo ha emitido en relación con el tema de la soberanía sobre Malvinas, para comenzar negociaciones con Gran Bretaña, CFK abogó por la reforma de la mismísima organización. El mundo ha cambiado. Naciones Unidas debe aggiornarse, si ha de representar ese foro mundial en el cual se respeta a los estados miembros. “También (debemos) pedir una vez más la reforma de esta importante organización que representa la multilateralidad, algo que hemos defendido consecuentemente siempre, la necesidad de un mundo más plural, más diverso y de democratizar los organismos políticos como Naciones Unidas y fundamentalmente su Consejo de Seguridad”.
En 2004, en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, pueblos latinoamericanos y sus mandatarios decididos enterraron el ALCA en la cara del Presidente de los EEUU. Un nuevo camino tras la sangría de décadas de dictaduras militares y gestiones neoliberales emprendieron las naciones de América Latina, desde su diversidad y su voluntad de sostener una alianza económica, cultural y geopolítica que apunte decididamente a la dignidad de nuestros hombres y mujeres. En unidad estamos avanzando. Porque separados, no pudimos ni podremos.
Para el Che, como para muchxs de nosotrxs hoy, la América, nuestra América del Sur, por siglos sometida, expoliada, humillada, desangrada, era una patria por la que darlo todo. La Patria Grande, en construcción amorosa, con una memoria viva de sus gestas y tropiezos, de sus derrotas y de sus atrevimientos.
En el legado de Ernesto Che Guevara, en el de Néstor Kirchner, en el de Allende, reside una fuerza que nos impulsa y nos inspira a pesar de las prepotencias imperiales donde en estos mismos momentos, dentro de sus mismas fronteras, la indignación comienza tal vez a resquebrajar una era…
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