Tras el ataque de Israel del 31 de mayo pasado, no puedo dejar de recordar el punzante análisis de León Rozitchner publicado con el título “Plomo fundido sobre la conciencia judía” hace más de un año. Apelaba a corregir la memoria de los judíos, quienes no fueron perseguidos por los árabes ni los palestinos, sino por las mismas naciones y culturas europeas cristianas que los expulsaron y masacraron y que, aún hoy, siguen marcando lo que deben hacer a- sobre todo- aquellos judíos establecidos en Israel.
Es conmovedora la valentía de este pensador judío que rastrea no sólo motivaciones políticas más profundas para lo que Hitler expresó en términos de racismo, sino la operatoria por la cual se culpó solamente al nazismo olvidando otras persecuciones y crímenes: las de la Iglesia medieval, la de los progroms... La huida a Israel de los sobrevivientes no derivó en una denuncia de los verdaderos culpables del genocidio, es decir, el cristiano-capitalismo, sino que los israelíes terminaron sometiendo a los palestinos como antes los romanos, los europeos y los nazis lo habían hecho con ellos.
Estados Unidos y los otrora victimarios apoyaron siempre una violencia sistemática - señalada con acierto en la película “Munich” de Spielberg, mal recibida por la comunidad judía en los EEUU - emanada de un Estado teológico y a la vez, “cristiano” en su política y en su economía . No debe extrañar entonces que las “condenas” de los organismos internacionales sean una comedia.
Invito a releer ese sentido análisis de Rozitchner. Y cierro esta breve reflexión con otro recuerdo: el de la complacencia de la Iglesia católica y el nazismo; el de la devastadora aniquilación de los pueblos nativos en América a partir de 1492; del pedido de no aplicar la pena de muerte a los genocidas hutus realizado por el Papa Juan Pablo II al presidente de Ruanda – recuerdan el etnocidio de los tutsis, hace no más de quince años?- o el incontable feminicidio de las llamadas “brujas” a manos de la Inquisición...
Las teocracias fundamentan el exterminio de un oponente siempre necesario para el despliegue de su odio a la inteligencia, a la libertad, a la creatividad y a la vida. Bush que “hablaba con Dios” y el fundamentalismo islámico tenían, en ese sentido, la misma lógica en común. El Estado israelí genocida, que hace el trabajo sucio para el imperio contemporáneo, ensucia la memoria de las innumerables víctimas del pueblo judío reproduciendo el mismo odio exterminador.
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